El narrador es una pieza vital en nuestra novela.
Es casi lo primero que has de decidir cuando planificas y estructuras tu novela. El narrador nos
guiará por las páginas, nos explicará la historia y nos presentará a los personajes y escenarios. Aún
así, comentemos grandes errores tanto al escogerlo como durante la escritura.
Errores más frecuentes
- Cambios de punto de vista. Pasar de un personaje a otro, con frecuencia y sin motivo aparente. El lector pierde el hilo, ya que no sabe desde qué personaje está contando la historia, sobre todo cuando hay muchos en una misma escena.
- Utilizar más de un narrador. Sin tener clara la función de cada uno. Si estás comenzando, no te lances a experimentar a menos que conozcas bien al narrador, cómo y para qué lo vas a usar.
- Desvelar información antes de tiempo. Como escritores sabemos cada detalle de nuestra historia y los personajes, pero el narrador no. por lo que no debería realizar comentarios sobre cosas que no han pasado. Como en todo, ha de haber una coherencia entre el narrador que has escogido y la información que sabe y ha de dar.
- Si tu narrador es omnisciente, lo sabrá todo, aunque eso no significa que tenga que contarlo antes de tiempo, hagas un spoiler a lo bestia y te cargues el final de tu novela.
- Infodump. Vaya palabro, ¿verdad?. Es el exceso de información. Cuando te documentas para una novela policíaca o histórica, recabas datos para dar verosimilitud a la historia, como procedimientos, lugares, hechos, fechas, etc. No cometas el error (ni la chulería) de meter toda esa información en la novela o el lector dejará de leer por aburrimiento.
- Expresar opiniones y reaccionar desde nuestro Punto de Vista de autor. En nuestras novelas podemos abordar temas de interés, actuales o con un mensaje para el lector, pero no hemos de ceder a la tentación de verter nuestras ideas y opiniones personales a través del narrador, o juzgar a los personajes por su ideología o comportamiento. El narrador no hará juicios de valor, a menos que sea un personaje y que tenga esa forma de pensar. El lector ha de percibir qué queremos contarle con las acciones e interacciones de los personajes.
- El tono no es adecuado, repeticiones, redundancias… Hemos de evitar lenguajes pomposos, vulgares, soeces (en exceso), discursos grandilocuentes, etc; excepto cuando el narrador sea un personaje y esa sea una seña de identidad (pero sin pasarnos).
- Metáforas trilladas (dientes como perlas), hay muchos recursos literarios que puedes usar pero, como todo, con coherencia y moderación. Redundancias, repetir lo que ya hemos visto en un diálogo o que el narrador nos haga un resumen de la jugada que acabamos de leer. Es muy cansino y molesto para el lector.
- No permitir que el personaje avance por sí mismo. Hemos de conseguir que el lector se meta en la historia. ¿Cómo? Logrando que empatice con el protagonista, conociéndole a través de lo que hace, dice, decide, piensa, desea… Si está el narrador dando la lata con explicaciones sobre sus pensamientos, qué hace o qué ha querido decir, apaga y vámonos. El narrador contará la historia dejando que el personaje evolucione por sí mismo. A veces es necesario un inciso, pero sin repetirnos. No ha de ser la norma. El lector sacará sus propias conclusiones.
- Falta de coherencia entre lo que cuenta el narrador y las acciones del personaje. Por ejemplo: «Ramón era un buenazo» Y resulta que Ramón es un psicópata asesino y, para más inri, caníbal.
Un narrador adecuado conseguirá que una novela nos emocione, nos deje indiferentes o no la
acabemos por aburrimiento. Encuentra tu tono, cuenta tu historia con convicción y pasión. Haz que
el narrador nos impulse a seguir leyendo.
¿Conoces los tipos de narradores que hay? Puedes encontrar la información aquí.
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